PROSPECTIVA Y PLANEACIÓN
Por Dr. en Ing. José Sergio Fernández*
Según el autor, cuando nos imaginamos el futuro, allí no existen verdades, sólo opciones, que nuestras decisiones representan elecciones sobre futuros alternativos antagónicos, que conjeturamos en función de nuestros paradigmas. Agrega que a menudo se observa que los planificadores poseen una fuerte preocupación por lo urgente, entonces lo importante es reemplazado para solucionar lo inmediato.
El filósofo y ensayista español, José Ortega y Gasset escribió que determinar lo que vamos a ser es futurición, lo que aún no sucedió. Por ello nuestro presente, no es sólo yo y mis circunstancias, es el resultado de nuestras decisiones pasadas y de las acciones que hoy realicemos. La vida es, regresando a Ortega y Gasset, “una serie de colisiones con el futuro, no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser”.
Los futuros representan un horizonte de independencia, aunque parcialmente dependen del pasado y el presente, y por ello el territorio de lo posible, de los deseos y de la voluntad. Cuando nos imaginamos el futuro, allí no existen verdades, sólo opciones. Nuestras decisiones representan elecciones sobre futuros alternativos antagónicos, que conjeturamos en función de nuestros paradigmas.
Resulta natural la inclinación del hombre por conocer el futuro, un interés que es ancestral. La Prospectiva –disciplina sistemática y rigurosa del estudio de imágenes del futuro- es una disciplina del conocimiento relativamente joven. El hombre tomó conciencia de su propia capacidad para dar forma a su futuro, y con ello surge la necesidad de reflexionar sobre éste. Así, el futuro ya no fue una reiteración del pasado, con un recorrido circular, predeterminado –muchos lo denominan destino- y se transformó en una elección y posibilidad del ser humano, así las imágenes del futuro se convirtieron en un tema obligado de estudio. Una aparente incongruencia se presenta, pues la prospectiva tiene como objeto de estudio al futuro, por ello no existe ahora, es algo ausente y cuando finalmente llega, ya no es futuro y con ello su interés por estudiarlo. Es aparente porque en realidad no se estudia el futuro sino las imágenes de futuro que poseemos. Son los conceptos que tenemos sobre lo que sucederá, como se crean estas imágenes, con que fundamentos las escogemos, de qué forma las utilizamos.
Las transformaciones nos obligan a examinar el tiempo y las discrepancias entre el pasado, ahora y el futuro. No es posible cambiar el pasado, más el futuro, aunque sea parcialmente, está en nuestro poder. El pasado y el presente barajan las cartas, pero nosotros las jugamos en búsqueda del mejor futuro.
Nuestra respuesta es pretender preverlos, anticiparlos –como una posibilidad o alternativa- ante la aceleración de los cambios. Así, nuestro futuro se presenta más asociado con el presente. Queremos la retribución inmediata, cultura de la inmediatez.
Descubrimos que los planificadores, aquellos que conciben las políticas públicas tienen la exigencia de enfrentar decisiones estratégicas que poseen resultados futuros muy inciertos[1]. Tomar decisiones, planificar, en condiciones de alta incertidumbre es una actividad riesgosa. Cuando existe una elevada incertidumbre la planificación tradicional fracasa, y lo hace porque se modifica el contexto, además porque esa modificación cambia también los objetivos hacia los que alineamos los planes. Nuestra sociedad, en continuo cambio, demanda herramientas de anticipación para conducir la acción, y al no contar con esas herramientas, el futuro deseado se convertirá en una utopía permanentemente inalcanzable.
A menudo observamos que los planificadores poseen una fuerte preocupación por lo urgente, entonces lo importante es reemplazado para solucionar lo inmediato, de allí que el futuro se torne cada vez más azaroso e inalcanzable.
Según Bertrand de Jouvenel, la prospectiva es un ejercicio de conjeturas sobre lo que podría ser. Es una actitud de exploración del futuro, de largo plazo. El futuro no es una realidad preexistente, sino algo que debemos construir.
Tanto la planeación como la prospectiva son un intento de ser dueños de nuestro futuro y no meros dependientes del pasado. Ambas analizan el futuro para nutrir mejor el presente. Sus objetivos se diferencian en el plazo de tiempo, también en sus herramientas, no obstante comparten algunas. Así, la prospectiva define los objetivos que pueden y deben alcanzarse, explorando rutas alternativas, conjeturando sobre posibles cambios, valorando los resultados de nuestras acciones.
Observamos el arraigado concepto que subyace en los nuevos modelos de gobierno, la reducción del papel del Estado, especialmente en materia económica, dejándolo todo al libre juego del mercado. Así, las personas que diseñan las políticas, los planificadores, se suman a esas fuerzas de mercado y potencian las prioridades y las ganancias en el corto plazo, quedando relegadas tanto la planeación como la prospectiva del gobierno. Reconocen la importancia de analizar el futuro a largo plazo, más planifican fundados en certezas. Esto dificulta la aceptación del método prospectivo.
Vemos como los gobiernos, municipales, provinciales y nación, hacen mención al largo plazo actuando con fuerte visión de corto plazo (urgente versus importante). Por ello los planificadores de políticas públicas cuentan con incentivos muy fuertes para pensar y actuar en el corto plazo. Reconocemos la poderosa aversión a la incertidumbre –al riesgo- como algo natural, y esta aversión se amplifica con el horizonte de tiempo de la planeación.
Consideramos que pensar y analizar el futuro tiene valor pragmático. No conducimos un automóvil mirando sólo el espejo retrovisor, por ello, no imaginar el futuro es similar.
Debemos reflexionar acerca del futuro. Es conveniente además de un requisito ético y moral, pues de no hacerlo estaríamos inhabilitando oportunidades para las generaciones futuras.
Es dable reconocer el valor de la reflexión del futuro, para no convertirlo en un basurero del presente, hipotecando socialmente el tiempo que está por llegar (Daniel Innerarity, El futuro y sus enemigos2). Debemos, según Séneca, “disfrutar de los placeres presentes sin herir los futuros”.
Emanuel Kant nos dice que debemos pensar el futuro, primero porque se debe y segundo porque se puede. Samuel Butler, utopista inglés del Siglo 19, escribió que “la vida es el arte de sacar conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes”.
Lo anterior sintetiza la aportación que el método de prospectiva realiza, considerando que sobre el futuro los datos no sólo son escasos, insuficientes, sino también inexistentes. De tal modo la prospectiva permite imaginar el futuro, orientando nuestras decisiones poniendo a competir nuestros deseos y expectativas. La aleatoriedad e impredecibilidad del entorno nos obliga a depender de nuestra capacidad de previsión.
Según Thomas Hobbes, “el infierno es la verdad vista demasiado tarde”. Así, comprenderla tardíamente es no anticiparla.
[1] BLOSSOM –Bridging long-term scenario and strategy análisis: organization and methods. A cross country analysis, European Environment Agency, Unión Europea, Copenhague, 74 pp.
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